El 10 de febrero de 1912 secuestró a su última víctima, una niña llamada Teresita Guitart Congost. Durante semanas todo el mundo la buscó, se sabía en Barcelona de la desaparición de niños, y la población estaba ya asustada. Una vecina de este inmueble avisó el 17 de febrero que había visto una niña con el pelo rapado mirando desde una ventana del patio de luces. El 27 de febrero con la excusa de una denuncia por tenencia de gallinas, el brigada Ribot y dos agentes fueron en busca de Enriqueta, cuando los policías entraron en el piso encontraron dos niñas, una de ellas Teresita Guitard, la otra se llamaba Angelita hija de la cuñada de Enriqueta, la hermana de su marido Joan Pujaló con el cual no convivía desde hacía años, el matrimonio fracasa por la afición de Enriqueta a los hombres, su carácter extraño y sus continuas visitas a casas de mala vida. Enriqueta le había cambiado el nombre a Teresita por el de Felicidad, diciéndole que no tenía padres, la mal alimentaba con patatas y pan duro, la pellizcaba y le había prohibido salir a las ventanas ni entrar en algunas estancias de la casa, ella había visto ropas y cuchillos ensangrentados, pero la declaración de Angelita fue mucho más aterradora. Antes de que llegase Teresita había otro niño, de cinco años, el niño llamaba a Enriqueta mamá, lo mató en la mesa de la cocina. En los pisos que tenía Enriqueta se encontraron todo tipo de restos ya que también ejercía de curandera, los productos que utilizaba para fabricar sus remedios estaban compuestos por restos humanos de las criaturas que mataba, de ellos lo aprovechaba casi todo, la grasa, la sangre, los cabellos, los huesos; no tenía problema en deshacerse de los cuerpos de sus víctimas. Ofrecía estos ungüentos para curar la tuberculosis y todo tipo de enfermedades sin cura, gente de clase alta pagaba grandes sumas de dinero por ellos.